Para Moralzarzal, San Sebastián no es un santo cualquiera… y la luminaria así lo demuestra.
Nos relata nuestro querido D. Antonio Zarate que,  durante la noche del próximo día 20 volveremos a recordar que el Joven Sebastián, militar Romano, entregó su vida en defensa de los cristianos. Podremos disfrutar de una fiesta que se remonta a la época de la curación de la peste negra por la intercesión del Santo y a la especial protección que, durante comienzos del Siglo XVII, beneficiaron a las menguadas cosechas en Moralzarzal.
Gracias a las mujeres que generosamente han recogido el testigo de la tradición, no solo podremos disfrutar del chocolate, churros y bizcochos sino que horraremos también a nuestros predecesores («Los Caballeros de San Sebastián») y como no, a nuestro protector San Sebastián.

El origen de la fiesta de La Luminaria

 En la noche del 20 de enero, festividad de San Sebastián, Moralzarzal y otros muchos pueblos de España celebran la fiesta de La Luminaria. ¿Cuál es el origen de esta fiesta? ¿Y por qué razón se encienden hogueras?

La Luminaria está relacionada con las epidemias de peste que asolaron Europa desde la época medieval hasta entrado el siglo XVII. La peste, la “muerte negra”, producida por una bacteria, era propagada a través de la picadura de la pulga de la rata, animal que a su vez se expandía debido a la falta de salubridad propia de siglos anteriores.

La naturaleza caprichosa de esta epidemia hizo pensar a las atemorizadas gentes que estos ataques eran como los ataques de las flechas, azarosos, y en su desesperación la sociedad relacionó la peste con un santo, San Sebastián, cuyo martirio consistió en ser acribillado por multitud de flechas. Según la tradición, los ciudadanos de Roma construyeron un altar al santo en la basílica de San Pedro durante una de estas epidemias. La peste cesó de inmediato y este hecho se divulgó por toda la Cristiandad.

Además de rezar al Santo, y como se pensaba que la enfermedad se inhalaba, las hogueras se utilizaron para purificar el aire putrefacto, provocando grandes humaredas y hogueras de romero, cantueso, tomillo y enebro. Estas hogueras debían de durar toda la noche. 

En Moralzarzal, estas hogueras debieron empezar a practicarse entre 1569 y 1602, cuando una serie de malas cosechas coincidieron en la Península con la llamada peste atlántica, que mató a un 10% de la población. La antigua ermita de San Sebastián de Moralzarzal, hoy desaparecida, existía ya en 1631. Pero la epidemia más grave se produjo en los años centrales del siglo XVII y ocasionó una de las mayores catástrofes demográficas de la España moderna. En la localidad de Los Molinos, cercana a Moralzarzal, la población pasó de 87 vecinos en 1591 a los 20 de 1713.

Durante el siglo XVIII, en Moralzarzal existió una Cofradía formada por “Los Caballeros de San Sebastián”, formada por los mozos y recién casados del pueblo. Estos mozos eran los encargados de recoger los romeros, tomillos y enebros que arderían en La Luminaria. En 1764, la villa de Moralzarzal hizo voto al Glorioso San Sebastián, como abogado de la peste.

La feliz desaparición de esta enfermedad durante los siguientes siglos permitió una evolución de la fiesta adaptándose a nuevas costumbres y significados. Así, durante el siglo XX fueron los mozos llamados a filas, los quintos, quienes acabaron haciendo suya la fiesta. Además de saltar por encima del fuego, los mozos se colocaban cencerros alrededor de la cintura y corrían por las calles del pueblo. La Luminaria también es conocida como “la noche de los viudos”, debido a que éstos aprovechaban el calor de la hoguera para arrimarse y buscar una nueva pareja.                                                   

Finalizado el servicio militar hace unas décadas, algunas mujeres de Moralzarzal han recogido el testigo y de manera voluntaria se encargan de preparar el chocolate y los churros y bizcochos que se reparten entre los asistentes a la moderna fiesta de La Luminaria, pero ¡Viva San Sebastián!.

VIVA MORALZARZAL, VIVA la LUMINARIA y VIVA SAN SEBASTIAN

Por D. Antonio López Hurtado “Zárate”